Comencemos por justificar esta crítica de Godzilla (1984). John Stott destacaba bastante la importancia de la doble escucha, prestar atención tanto al mundo bíblico como al mundo actual. Muchos teóricos se refieren al cine como un espejo que refleja nuestra realidad y cultura. En ese sentido, ¿qué mejor forma de practicar la doble escucha qué analizando producciones del noveno arte? Aprovechando el hype generado por la cinta Godzilla Vs Kong, analizamos la evolución del significado de Godzilla en base a tres filmes icónicos del Kaiju japonés.

¿Qué significa Godzilla en la Guerra fría?
Diseño realizado por Enrique Tapia Lavayén.

¿Qué simboliza Godzilla en la película de 1984?

Tras el éxito de Godzilla (1954), el monstruo japonés pasó de ser un antagonista y metáfora de la bomba atómica a una especie de héroe y/o protector del planeta contra otros kaijus espaciales y robóticos, entre otros. Si bien este cambio tuvo una buena acogida por un tiempo y lo llevó a la fama internacional, finalmente derivó en una eventual caída en la taquilla. Esto ocasionó la desaparición de Godzilla en la pantalla grande durante una década. La productora Toho, requería el regreso de su gran icono cinematográfico internacional. Sin embargo, para ello, debió recurrir a un reinicio o reboot. 

Una muestra de la decadencia a la que llegó Godzilla en la era Showa.

Esta historia se presenta como una secuela directa de la película de 1954. Treinta años después de su primera aparición, una erupción de un volcán libera a Godzilla de las profundidades de la tierra. Al igual que la anterior ocasión, esto significa la desaparición de barcos pesqueros de la zona. No obstante, las autoridades no tardan mucho en descubrir qué se trata de Gojira, pero aun así deciden mantenerlo en secreto para evitar un colapso social y económico.

Al poco tiempo, Godzilla comienzan a destruir submarinos soviéticos y una planta nuclear japonesa para alimentarse de energía atómica, lo cual genera un escándalo internacional y la preocupación de la Unión Soviética y los Estados Unidos. Ambas potencias mundiales coinciden en algo, lanzar una bomba atómica a Godzilla en caso qué llegué a Tokio. Sin embargo, el primer ministro japonés se niega rotundamente, ya que tienen un arma especial para enfrentarse contra él.

Lastimosamente, de forma inevitable, Godzilla llega a la costa de la capital, y en un enfrentamiento contra él, un submarino soviético activa accidentalmente el lanzamiento de una bomba nuclear a Tokio. Mientras Godzilla destruye las modernas calles de Tokio, la nave Súper X comienza a atacar al dinosaurio mutante con mucha efectividad. Cuando Godzilla se encuentra derrotado, un misil norteamericano intercepta la bomba soviética en el cielo y genera un apagón eléctrico en toda la ciudad. El monstruo japonés es revitalizado por la energía nuclear desparramada en el aire. Por otra parte, la nave Súper X sufre daños en el apagón, y no hay nada que detenga a Godzilla ahora.

En medio de todo este conflicto, un científico descubre que Godzilla tiene un instinto sonar bastante fuerte. Así es que, en un último intento desesperado, emiten un sonido de llamado a Godzilla en el extremo opuesto del volcán y lo hacen erupcionar a su llegada. De esa forma, envían al monstruo japonés a las profundidades de las que salió.

Como podrán ver, esta versión es mucho más fantasiosa que su primera versión. Definitivamente no podría ser catalogada como ciencia ficción como su predecesora. Pero, todavía guarda mucho simbolismo con respecto al armamento nuclear. Para comprenderlo con mayor cabalidad, se requiere conocer algunos datos del contexto histórico de esa década.

Para empezar, en la década de los ochenta, Japón ya no era el país en vías de desarrollo afectado por la segunda guerra mundial. Gracias a la industria tecnológica y al boom de la globalización, su crecimiento económico fue estratosférico, generando una burbuja económica que reventaría a inicios de los noventa. Por ende, las costas japonesas ya no eran las áreas rurales que veíamos en la cinta de 1954.

Las calles que Godzilla transita en Tokio de 1984 ahora tienen rascacielos muchos más altos qué él – a pesar de un incremento de 30 metros en su estatura. Este fortalecimiento económico significó un empoderamiento de la identidad japonesa, la cual estaba bastante centrada en el componente financiero.

Por otro lado, si bien la tensión nuclear entre la Unión Soviética y los Estados Unidos tuvo su momento más álgido en la década de los sesenta, los ochenta también tuvieron un clima intenso debido a la Guerra fría. El conflicto de las bombas atómicas no desapareció del todo a pesar del tratado de No proliferación nuclear.  En ese sentido, la aparición de Godzilla deja de ser un peligro exclusivo para la nación nipona. Por el contrario, en su segundo avistamiento ya provoca perjuicios para la URSS. Esto produce el involucramiento de ambas potencias mundiales en las estrategias para tratar con esta amenaza internacional.

Ahora bien, si el desastre producido por Godzilla en Tokio podría seguir siendo interpretada como una metáfora del armamento nuclear, en esta cinta la analogía funciona más como un fantasma de la bomba atómica, una posibilidad de revivir el trauma de Nagasaki e Hiroshima en manos de una intervención extranjera. En esta situación, el discurso contra el armamento nuclear es mucho más directo y explícito. Como el primer ministro argumenta a los embajadores: “Godzilla debería aparecer en sus países, tanto América como la Unión Soviética, debería amenazar sus capitales de Washington o Moscú, ¿estarían dispuestos a usar armas nucleares?”

Por otra parte, el discurso también es mucho más radical. Si Godzilla (1954) presentaba un argumento en contra del uso de la bomba atómica y sus pruebas en el océano, Godzilla (1984) rechaza la energía nuclear en general. La ruina y exterminio que produce Godzilla en la planta nuclear son un reflejo de la catástrofe que puede ocasionar un derrame en una de estas instalaciones. En cierta forma, esta cinta muestra un poco de lo que años después sucedería en Chernóbil.

Por último, el argumento ambiental de esta entrega se materializa en la estrategia final con la que lidian con Godzilla. No se puede terminar con un monstruo utilizando un arma similar a la que lo creó. Un destructor de oxígeno sólo producirá más especies como él.

En esta ocasión, el conocimiento de su naturaleza fue el secreto para terminar con el caos. Las armas de destrucción, al final del día, no resultaron efectivas a pesar de todo su poder. De una forma u otra, el científico que ideó el plan llega a afirmar que hay que transmitir a la naturaleza que se entendió el mensaje al devolver a Godzilla al volcán del que salió. No es el argumento más elocuente de todos, pero si presenta una diferencia al mensaje de la producción cinematográfica original.

Dentro de los aspectos más propios del lenguaje cinematográfico, esta producción presenta muchos avances en el área de efectos especiales. Para un ojo acostumbrado al CGI, pueden ser artificios bastante notorios – algo que se busca evitar en la industria cinematográfica mainstream. No obstante, cabe resaltar que el arte asiático no pretende generar imágenes demasiado realistas, sino crear atmósferas y ambientes más fantasiosos.

En ese ámbito, alcanza un nivel bastante alto para técnicas como la escala miniatura de escenarios y actores disfrazados de monstruos. De hecho, se innovó con la incorporación de un robot cinético para mostrar las expresiones de Godzilla en primeros planos, algo que ahora puede pasar desapercibido, pero para la época era un cambio sin precedentes.

A diferencia de Godzilla (1954), está película pierde mucha sutileza y a ratos llega a sentirse como un panfleto. Por otra parte, sus arcos argumentales secundarios no aportan mucho y hasta llegan a ser perjudiciales para el desarrollo de la historia. En su peor faceta, sin contextualización, puede llegar a ser percibida como una cinta infantil y hasta cómica. Pero, si se toma en cuenta la situación descrita anteriormente, presenta un progreso en el discurso en contra del armamento y energía nuclear.

Sobre todo, sirve como un recordatorio para la población japonesa de la fragilidad de la prosperidad económica en medio de su bonanza. Una crisis inesperada, un desastre producido por la naturaleza, un derrame en una planta nuclear o la llegada de un monstruo hostil puede reventar la burbuja y acabar la sensación de seguridad.

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