
Si pudieras pedir a Dios dos cosas, las que quieras, ¿cuáles serían? A partir de una reflexión sobre Proverbios 30:7-8, aprendemos sobre las respuestas que daría Agur, un sabio de la Antiguedad. ¡Comencemos!
Cómo escuchar o ver el episodio
Lo que normalmente pediríamos
Quizás lo primero que se nos viene a la mente sea un montón de dinero. Hay cientos de canciones como “Mi primer millón”, de Bacilos. También escuchamos cosas como: “Ser rico no te hace feliz, pero de seguro que ayuda”. Sin embargo, conocemos muchos casos de personas extremadamente exitosas que se quitaron la vida por depresiones profundas y difíciles de salir.
Probablemente también pensemos en pedir por nuestra salud y la de nuestros seres queridos. Pero, con esta pandemia hemos visto cuán frágil es la vida del ser humano, que un virus de 10 nanómetros está terminando con cientos de miles de vidas. Por otro lado, hay una estadística aterradora que es inevitable mirar: “Diez de cada diez personas, en algún momento de su vida, mueren, y hay muy poco que podamos hacer para evitarlo”.
Reflexión sobre las palabras de Agur
Entonces, ¿Qué nos queda por pedir? Un sabio de la antigüedad llamado Agur nos cuenta sus peticiones en el libro de los Proverbios:
»Solo dos cosas te pido, Señor;
Proverbios 30:7-8
no me las niegues antes de que muera:
Aleja de mí la falsedad y la mentira;
no me des pobreza ni riquezas,
sino solo el pan de cada día.
Porque teniendo mucho, podría desconocerte
y decir: “¿Y quién es el Señor?”
Y teniendo poco, podría llegar a robar
y deshonrar así el nombre de mi Dios.
Para empezar, qué doloroso es descubrir qué todos los esfuerzos que hemos dedicado a una creencia falsa hayan sido en vano. En especial si hemos lastimado a otras personas por ella.
Por ejemplo, durante la segunda guerra mundial, un oficial de inteligencia del ejército japonés, Hiroo Onoda, recibió la orden de su superior de resistir al ejército norteamericano en la isla de Lubang, Filipinas, sin importar cuán difícil se pongan las cosas. Cuando sus tropas fueron superadas, su escuadrón se dividió en grupos cada vez más pequeños para sobrevivir, hasta el punto en que se quedó solo.

La segunda guerra mundial ya había terminado. Los japoneses ya se habían rendido. No obstante, Onoda seguía viviendo en la isla como guerrillero hasta 1974, casi treinta años después del fin de la guerra. Asesinó a más de 30 personas inocentes en su lucha imaginaria y afrontó condiciones extremas innecesariamente. Para sumar a todos sus males, cuando regresó a Japón, se encontró con un país con una cultura completamente influenciada por los estadounidenses, el país al que él consideraba como enemigo.
¿Se imaginan el shock que habrá tenido al descubrir que todo lo que sufrió fueron en vano? Por cosas como esas, Agur, le pide al Señor que lo aleje de cualquier falsedad, así no desperdicia su vida en ella.
Por otra parte, la segunda petición tiene un eco en el padre nuestro: “Danos hoy el pan de cada día”. No pide pan para los próximos diez años ni un millón de monedas para nunca preocuparse de eso. Agur entiende que la abundancia puede hacerle creer autosuficiente y llevarlo a dejar de buscar a Dios. Por otro lado, demasiada necesidad lleva a la desesperación, y la misma puede obligar a hacer cosas deshonrosas. Por eso, básicamente pide: Dios, dame lo suficiente para siempre depender de ti.

Ahora bien, detrás de ambas peticiones hay algo detrás. Mejor dicho, hay alguien detrás. Lo que Agur realmente quiere decir es que si vamos a pedir algo, que sea la presencia de Dios, porqué sabemos que Él es la verdad y nunca nos va a decepcionar ni hacer faltar nada.
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Por cierto, creo que esta prédica de mi amigo Amadeo de seguro te gustará.